jueves, 22 de enero de 2009

Vecinos

Desde mi casa no tengo buenas vistas, no veo el mar, ni el campo, de hecho ni siquiera una triste calle. Sólo bloques y más bloques, como cajas que, supongo, están llenas de personas, cada una con su historia, la mayoría sin ella.
No soy mucho de mirar ventanas salvo que haya vecinas y tangas, y la época no acompaña: estufas y mantas liadas a la cabeza, habrá que eperar unos meses, al menos no habrá estufas.
Pero hoy he entrado a mi dormitorio a oscuras, no porque esté ahorrando energía sino porque se me ha fundido la bombilla y algo me ha llamado la atención. Lo llevo viendo ya varios días pero como que no terminaba de llegarme al cerebro, ha sido como un martillazo. En el edificio de enfrente, tras unas cortinas, se ven luces. Luces parpadeantes de colores. Sí. Un árbol de Navidad.
Estamos ya a 22 de enero, la Navidad ha sido sustituída por una cuesta que durará un par de años y alguien tiene aún un árbol con las luces encendidas. Quisiera pensar que pertenece a una maciza sin compromisos y con cerebro, ilusionada con lo que le depara el futuro, ataviada con un camisón transparente y que se dedica a lanzar señales luminosas en morse buscando un sentido a su vida. Pero no, he medido la frecuencia de los destellos y es el típico ritmo de las bombillitas compradas en un chino cualquiera.
Seguramente el inquilino sea un tío cervecero demasiado flojo como para desmontar el árbol y que se dedica a encenderlo por la noche por si acaso las bombillas provocan un incendio y le ahorran años de rellenar momentos vacíos con más momentos vacíos.
Pero igual no.
Podría ser una persona que este año decidió celebrar la Navidad después de mucho tiempo sin tener nada que celebrar. Que fue al Corte Inglés a buscarse el árbol más caro de la planta, seguramente del mundo, porque había decidido que las cosas iban a cambiar y la única manera de enfrentarse al futuro era con esperanza. Que buscó cuidadosamente los adornos más espectaculares, más entrañables, las guirnaldas más navideñas, las luces más cálidas. Luego lo montó en su casa con el alma en vilo, disfrutando cada caja abierta, cada gesto, cada detalle. Dando un par de pasos atrás cada dos por tres para que la belleza de lo que estaba creando le llenara mientras lo hacía, nervioso como un crío en la noche de Reyes.
Y en uno de esos paseos hacia atrás, tropezó, quizás tenía un perro, pequeñito, de esos que acompañan sin molestar demasiado. El perro aulló, el intentó no pisarle demasiado fuerte, se cayó. Su cuello golpeó contra la mesa de la salita, pero nadie escuchó el 'crack', era día de fútbol y los vecinos estaban demasiado atareados desgañitándose por lo mamón que podía llegar a ser un tío con un silbato.
No murió. Simplemente no podía moverse, sus brazos, sus piernas, su cuerpo, se habían divorciado de su cerebro en un momento. Al menos las luces parpadeaban, daban calor.
Comenzó a gritar, pero ¿quién escucha los gritos?.
Los días pasaron, el sol iba y venía, el hambre dejó de ser un problema para dejar paso a la sed. Escuchaba mordisqueos, su perro se le acercó a la cara con el hocico tintado de rojo y meneando la cola.
Intentó no volver a abrir los ojos.

Aún veo las luces del árbol.

miércoles, 21 de enero de 2009

Satisfacción

Mira que lo intento, pero la telepatía no funciona. Quizás no existe, o al menos yo no la tengo. Miro y miro, veo alrededor, intento salir de mí mismo... y nada.
Al final lo que me relaciona con otras personas es el lenguaje. Lástima que no lo inventase yo, sería menos complicado. 'Sí', 'no', poco más. Pero resulta que viene de lejos, que había gente hace mucho peleándose por hacerse entender.
'Satisfacción'.
Del latín, para variar.
'Satis': bastante. Una medida, más de lo necesario o esperado.
'Faccio': en una de sus acepciones, capacidad.
Total, más lleno de lo que se esperaba. Plenitud.
No es de extrañar que la palabra que más me atraiga sea 'insatisfacción'. Es casi como decir que tengo hambre, un vacío en mi interior.
Hay gente que incluso lo canta. Gente que me hace joven.

viernes, 16 de enero de 2009

Queridos Reyes Magos

A raiz de una entrada nostálgica anterior en la que enseñaba mi pedazo móvil, que apenas era un cacharro para llamar por teléfono sin cables y poco más (creo que ésa es la definición de móvil). Los Reyes me han venido este año con esto:


Bueno, la Reina Maga (gracias mil, al fin puedo abrir el teléfono cuando me llaman, como en las pelis).
Y digo yo, esta modernización me plantea serios problemas.
Primero: Si los Reyes Magos no existen pero leen mi blog... ¿mi blog no existe? (problema lógico donde los haya, habrá que estudiarlo a fondo porque las implicaciones son terribles, ¿pa qué lo hago? es más ¿yo existo? el Google Analytics ¿mide entradas inexistentes?
Segundo: ¡Tengo más cosas anticuadas!



(Joer, si pican, pican)

miércoles, 7 de enero de 2009

Ya estamos otra vez


Así, sin darme cuenta resulta que me asombró estar en el año 2000 y ya nos encaminamos irremediablemente hacia el 2010. Cada vez tengo menos tiempo para dibujar algo que poner en la entrada de año.
Encima este año inspira poco, salvo ganas de que pase. Bueno, feliz 2009 pese a todo.