Esto se acaba. Y mira que se veía venir desde un principio, pero me ha pillado a traición: el miércoles que viene vuelvo al curro, ya no puedo contar lo que me queda por semanas.
Tengo una sensación entre pereza, pánico, rencor y angustia, pero angustia de la de náusea. Lo del rencor es porque no me ha tocado la Primitiva, claro, porque total ¿qué trabajo le costaba a la suerte elegirme a mí?
Pero bueno, hay que ser positivo y saber ver las ventajas en la adversidad. De entrada tener depresión postvacacional antes de que se acaben las vacaciones significa que volveré al tajo alegre y sonriente como un enanito corriendo por la hierba sin calzoncillos (seguramente no).
Y por otro lado el final de la vagancia significa poder obligarme de nuevo a dibujar.
Para entrar en calor (sin dobles sentidos) he decidido comenzar con algo que disfruto haciendo: desnudos, claro, femeninos, no voy a cambiar a estas alturas. Al menos sigo sabiendo coger el lápiz y consigo despistar como para que quede aparente.
Lo de dibujar desnudos no es tanto por ver cacho, aunque algo de eso haya. Es más bien una fijación de juventud, desde siempre me ha atraído ese contraste de la piel femenina entre la redondez del bulto y la dureza de los pliegues, entre la suavidad de las sombras propias y la oscuridad de las proyectadas. El que dibuje me entenderá, el que no que se la machaque.
Que putada, siempre tengo un 'pero', que no consiga hacer estas cosas dibujando del natural.